La crisis en Capital Humano es la más severa que enfrentó hasta ahora la gestión de Javier Milei.
La Justicia ya había dispuesto distribuir los alimentos almacenados y el Ministerio de Capital Humano, en su desesperación por demostrar reacción, decidió cumplir el mandato a través del Ejército. Se improvisó un operativo y allí fueron los soldados con las cajas. Una de esas filas debía internarse en uno de los barrios más calientes del conurbano de Rosario. Tuvieron que pedir custodia a la Gendarmería porque ellos no podían portar armas. Así se montó una escena bizarra, como expresión del desconcierto. Centenares de efectivos militares y gendarmes en caravana, exponiéndose en el medio del territorio narco más furioso, descargando comida de los camiones para ubicarla en camionetas más pequeñas y así internarse en las callejuelas de los barrios, con uniformados de Gendarmería (que no sabían a dónde iban) protegiendo a otros del Ejército, que eran los que sabían el recorrido. “Salió bien de casualidad, pudo haber sido un desastre. Lo que sí, toda esta movida costó más plata que la comida distribuida”, reflexionó una fuente al tanto de la insólita movilización.
Lo reconocen en la propia Casa Rosada y dan varias razones. La principal, porque afecta a una cartera clave para la contención social en medio del ajuste más brusco en la historia del país. En la concepción de ese megaministerio el Presidente había imaginado una coordinación de todas las áreas de impacto social. Había una racionalidad novedosa en su origen, y por eso es tan reticente a fragmentarlo. Pero en la práctica fracasó, en parte por una razón burocrática: nunca se unificaron las áreas jurídicas y presupuestarias de las viejas unidades de Desarrollo Social, Trabajo, Educación y Cultura, mucho menos Anses. Es decir, se mantuvo la estructura anterior, en un formato piramidal forzado, donde cada sector se siguió manejando con dinámicas autónomas. A eso se sumó la permanencia de funcionarios y empleados de gestiones previas, con múltiples terminales externas, desde el massismo hasta los movimientos sociales. La irrupción de la conversa Leila Gianni es apenas una expresión de esa extraña Torre de Babel.
Al frente de esta arquitectura irregular quedó Sandra Pettovello, la amiga más cercana del Presidente. En el universo oficialista destacan su valentía y determinación para encarar las denuncias más profundas realizadas hasta ahora contra las irregularidades en la administración de la asistencia social por parte de ciertas organizaciones. Así se transformó en un puntal de la batalla cultural que alienta Milei contra “la casta”. La definen como una mujer honesta y totalmente leal al Presidente. El problema es que al mismo tiempo exhibió impericia y desconocimiento en la estrategia de contención social, más allá de contar con el crédito abierto de para aumentar con fuerza las partidas para la tarjeta Alimentar y la AUH. Esto también lo reconocen en los más altos círculos del poder. Dispuso congelar la distribución de alimentos para realizar una auditoría que determinara la transparencia de esos mecanismos. Apeló al purismo en la emergencia y así incubó un desastre. Ese fue el primer choque con su ahora exsecretario del área social, Pablo de la Torre, quien le recomendaba distribuir la comida mientras se analizaban los procedimientos. Cerca del exfuncionario aseguran que la ministra estaba al tanto de los depósitos con alimentos en Villa Martelli y Tafí Viejo, incluso de sus fechas de vencimiento, y que hubo una decisión de no entregarlos. Incluso habría registros de esas indicaciones.
Cuando saltó el escándalo, se produjo un punto de quiebre, porque Pettovello, que era la cara de la ofensiva contra Luis Belliboni, Emilio Pérsico y Juan Grabois, resolvió darse vuelta y disparar contra su tropa. Nadie en la Casa Rosada puede explicar del todo las razones de este giro. “Teníamos contra las cuerdas a los movimientos sociales, estábamos ganando la batalla cultural y de pronto nos dejamos ganar por el discurso de ellos, que nos deslegitima. Alcanzaba con armar un cronograma de distribución de los alimentos según los vencimientos. El más próximo era el 27 de julio; había tiempo para subsanarlo”, se lamenta una figura importante del gabinete. A partir de entonces, sobrevino la crisis.
Además de disponer un improvisado operativo para la distribución de los alimentos, abrió un frente de tormenta imprevisto al incluir en la denuncia penal el tema de los contratos realizados a través de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), un mecanismo previsto para programas de impacto social y contrataciones específicas que quedó desvirtuado por su utilización política. “Fue Sandra la que los contactó en febrero porque no lograba articular la distribución de los alimentos ni armar su estructura. Ella firmó los convenios marco para ambos temas, urgida por las demoras”, admite una fuente no gubernamental que participó de esas conversaciones. El rol de De la Torre en las contrataciones en las que intervino quedó ahora bajo la lupa, aunque al mismo tiempo en el Gobierno defienden su honestidad (hubo un operativo contención vía Santiago Caputo para que los De la Torre no respondieran con fuego graneado). Pero el tema también levantó polvareda en otras áreas, porque la OEI también contrató gente para Educación, Salud, la Jefatura de Gabinete, el Ministerio del Interior, el Sedronar y el Enhosa (Ente Nacional De Obras Hídricas De Saneamiento). Miles de contratados ahora están en un limbo.
El Gobierno quedó profundamente afectado por este revés, porque se enredó en un clima de desconfianzas y rumores. En Capital Humano el aire es “irrespirable”, como calificó un asesor del ministerio. Cunde la sospecha de que hay gente haciendo espionaje interno. La denuncia penal contra De la Torre es un antecedente paralizador para quienes tienen que firmar cualquier resolución. También es un disuasivo para atraer figuras al equipo. Al menos dos personas rechazaron la invitación para reemplazar al funcionario, antes de que fuera designada Yanina Nano Lembo. Además, Pettovello está convencida de que la operaron desde adentro del Gobierno con información falsa. Desconfía de Eduardo “Lule” Menem, ladero de Karina Milei. “Es una chica emocionalmente frágil, le impactan mucho estas cosas, se siente desprotegida. Pide custodia para cualquier persona de su entorno, está con temor”, ilustra alguien muy al tanto de sus oscilaciones. Así es complejo gestionar.
Milei hizo toda la gestualidad necesaria para sostenerla y demostrarle su respaldo, después de que ella le insistiera varias veces en renunciar (un aliado que habla seguido con el Presidente lo notó muy afligido por el tema). Los roles entonces se trastocaron: ella, que siempre se encargó de contenerlo emocionalmente a él, ahora era la que recibía soporte anímico. Es notable la relevancia que tienen los aspectos emocionales en