Siempre que llovió, paró. Al menos eso afirma el saber popular. Diluvió sobre Parque de los Patricios como en toda la ciudad al mediodía, inundó las calles del barrio y varios sectores de un campo de juego que el Globo quería estrenar con bombos y platillos y acabó mostrando que necesitaba más tiempo para estar en condiciones óptimas. Después, efectivamente, mejoró el clima, pero el ambiente tormentoso nunca dejó de gobernar un encuentro en el que Huracán e Independiente necesitaban los tres puntos para evitar tempestades demasiado tempranas, y ambos se quedaron con las ganas.
En los partidos hay acciones que desde la nada encienden los ánimos por encima de lo aconsejable. Iban 3 minutos cuando a Lucas Souto se le fue un poco largo el control de una pelota sencilla, fue al choque con Damián Pérez y, tal vez para protegerse, puso el codo por delante. Impactó en el rostro del lateral y ambos debieron dejar la cancha. Ensangrentado, con un profundo corte en el labio y tres dientes menos uno; expulsado -VAR mediante- el otro.
La decisión del árbitro Nicolás Ramírez conmocionó la noche en el aspecto psíquico. Los hinchas, el banco de suplentes y desde ya, los jugadores del Globo comenzaron su guerra de presión permanente para que Ramírez emparejara cuanto antes la diferencia numérica. Esa labor casi le juega en contra, y a los 15 minutos el local ya tenía toda la defensa amonestada. Pero también envolvió a Independiente, que poco a poco fue coleccionando amarillas.
El juego, entretanto, fue durante un largo rato una anécdota secundaria. Facundo Sava debió modificar sus intenciones iniciales. No renunció a que los suyos progresen juntándose y tocando por abajo, pero ordenó un retroceso de varios metros para dosificar el desgaste defensivo. Se las ingenió para hacer caer a su rival en el embudo del centro del área, aunque a cambio el arco de enfrente le quedase a demasiada distancia.
Carlos Tevez volvió a sentir que sus prédicas, cualquiera que sean, tienden a caer en saco roto. Con apenas cuatro fechas disputadas ya resulta indudable que el Apache está muy lejos de brindarle una fisonomía reconocible a su equipo. Lo demuestran los cambios permanentes en la alineación (esta vez fueron seis, dos de ellos por lesión), la distribución de los jugadores en el campo y, sobre todo, la imposibilidad de dotar de fluidez colectiva al movimiento general.
Buscó Tevez ganar frescura y criterio con Lucas González y Federico Mancuello tras el descanso, y acertó. Tuvo una mayor dinámica en la circulación el Rojo, siempre dirigido por la batuta de Iván Marcone, y fue sintiendo Huracán el desgaste de tener un hombre menos. Ignacio Maestro Puch definió mal frente a Galíndez en la primera pelota que tocó a los 11. A los 16, el debutante Juan Manuel Fedorco estrelló un cabezazo en el palo. Cada ataque visitante empezó a oler a gol, pero el Globo oponía su esfuerzo extenuante, asociado con la falta de justeza del Rojo en la definición. A los 37, Lucas Carrizo vio la segunda amarilla y encomendó a Huracán a una épica que Santiago Toloza redujo haciéndose echar sobre la hora.
Huracán, que necesitaba ganar, terminó por conformarse con el 0 a 0 después de jugar todo el partido en inferioridad numérica. Independiente, que tuvo todo a su favor, se fue mascullando bronca y con la sensación de haber regalado dos puntos. Ninguno de los dos pudo apagar los truenos de la tormenta que gobernó la noche.